jueves, 2 de febrero de 2017

Y, a pesar de todo, volvemos 

Permitidme escribir esta entrada con algo más de descaro del habitual. Tenía pensada una interesante reflexión sobre los diálogos expositivos, y también tengo aparcada otra sobre la irresoluble disyuntiva que persigue al arte desde la Grecia clásica, ética versus estética; sin embargo, hoy me he levantado torcido y elijo este blog para sacarme la piedra del riñón.

Quiero hablar de la disonancia cognitiva y su relación con el cine. No tengo los suficientes fundamentos psicológicos para profundizar en este fenómeno, pero me alcanzan para comprender su existencia. La disonancia cognitiva es, en términos pedestres, una falta de coherencia entre nuestras convicciones y nuestras acciones. Leon Pestinger, psicólogo estadounidense, fue el primero en definir este concepto, que no trataba sino de buscar una explicación a las conductas irracionales que continuamente manifiesta el ser humano. Aún recuerdo a un profesor de Microeconomía que en cada examen siempre incluía la coletilla "suponiendo que el ser humano es racional". Mucha suposición es ésa.

Una vez definida, ¿qué consecuencia se extrae de la disonancia cognitiva? De nuevo con palabras mundanas, este fenómeno nos compele a aprovisionarnos de razones para justificar esa acción que no es congruente con lo que pensamos. Lo vais a entender muy rápido ahora.

Imaginad que entráis al cine a ver una película que lleváis mucho tiempo esperando a estrenarse, posiblemente porque es la continuación o un remake de otra cinta que os obsesiona. Os sentáis, empieza la película, y dos horas más tarde salís fríos de la sala. Sabéis que algo no ha ido bien, ya sea porque la cinta no ha tenido impacto dramático en vosotros o porque la trama estaba algo floja. Miráis a vuestro compañero y preguntáis: "Bien, ¿no?". Y vuestro compañero responde: "Sí, me ha gustado mucho". ¿Os reconocéis en esta situación? Pero ¿qué es lo que ha pasado aquí?


La explicación es bien sencilla: habéis tomado una mala decisión al invertir vuestro tiempo y dinero en una película que es un truño como un palacio de grande, y queréis que dicha inversión se vea compensada. Os convencéis de que os ha gustado. El problema llega cuando toca admitir que no es verdad. Nos cuesta, ya sea por miedo a ser incongruentes con esa saga que tanto nos apasiona o por quedar como idiotas al haber sido engañados, otra vez, por esa industria empeñada en reciclar viejos iconos del baúl de los recuerdos.

Hablando de la avara industria del cine, ésta no es ajena a vuestra reacción; por ello, la fomenta dándoos exactamente lo que pedís en forma de guiños, referencias o personajes reconocibles, y, de esta manera, ya tenéis una excusa más para autoconvenceros de que no habéis hecho el panoli. Otra vez. Es por esto que aparece Darth Vader en la última de "Star Wars", o Harrison Ford en la nueva de "Blade Runner". Esta barata artimaña es hoy conocida como fan service. Tampoco es la primera vez que la vemos: ahí tenemos el ejemplo de El Hobbit, Batman v Superman o El Planeta de los Simios.


Dejadme ahora que, en un momento de clarividencia, os confirme vuestras vagas sospechas a la vez que os ahorro algo de tiempo y dinero. Aquí os presento una lista con todas las películas que, después de tanta expectativa, acabarán siendo mucho menos de lo que prometen:

-Blade Runner 2
-Power Rangers
-Animales fantásticos y dónde encontrarlos 2
-La Liga de la Justicia
-Wonderwoman
-King Kong 2
-Alien
-Lobezno
-La Bella y la Bestia
-Piratas del Caribe 5
-Jurassic World 2 (dirigida por el español Juan Bayona)

La guinda del pastel, lo habréis adivinado, será la nueva entrega numerada de Star Wars, que el tiempo acabará destrozando como ya le está sucediendo a la anterior, dirigida por el mayor engañabobos de nuestra era, J.J. Abrams, y a la tan vilipendiada trilogía precuela. ¿Queréis saber cómo lo sé? Porque, oh sorpresa, vuestra billetera es el verdadero objetivo de la industria, y, como no es tonta y sabe que el ser humano tiende a ser un poco idiota (perdón, irracional), ni siquiera necesita venderos un producto de calidad; basta con daros una vaga excusa para que vosotros mismos comencéis este proceso de autoengaño que os lleve al cine mañana. Otra vez.


Llegados a este punto, algún que otro lector estará molesto conmigo, bien porque las películas mencionadas sí fueron de su gusto, bien porque se resista a aceptar la veracidad de lo que estoy explicando. Mencionaré que soy el primero que se sintió defraudado cuando comprendió que las películas de Star Wars nunca fueron tan buenas como creí; también el primer desengañado cuando "Interestellar" insultó mi inteligencia y la de toda la audiencia al vendérnosla como la nueva "2001: Odisea en el espacio". Yo también piqué el anzuelo. Sin embargo, he comprendido que mi criterio ha madurado conmigo, y mi ego, ese tóxico compañero de juergas, ya no me impide admitir que me han tomado por tonto. Os toca a vosotros.

Nota: Me concedo ahora incluir una utópica coda para esta entrada. ¿Qué ocurriría si, de la noche a la mañana, el público se cansase de este ciclo? Es posible que una parte dejase de acudir a las salas de cine, harta de tanto timo. ¿Qué pensaría entonces la Warner Bros. al ver que no han recaudado ni la mitad de lo esperado con "La Liga de la Justicia"? ¿Y la Universal, al observar lo mismo con "Jurassic World 2"? Es probable que alguno perdiese su trabajo, sí, pero les obligarían a algo que no quieren hacer: empezar un nuevo ciclo. Empezar conlleva tener dudas, fallar, perder dinero... Pero también implica la llegada de novedades, de nuevos nombres, de reinvención.

Me consuela pensar que estamos al borde de este momento. Creo que no está lejos el día en que las películas de superhéroes no sean un mastodóntico entramado de universos decenales que saturen la taquilla, y pasen a ser un nicho para la audiencia que quiere pasar un buen rato viendo a sus personajes de cómic favoritos cobrar vida. Tampoco está lejos el momento en que los melodramáticos biopics dejen de interesar al público adulto, y la coletilla "basada en hechos reales" ya no sea un cebo comercial.

Esto que vas, parpadeas y ¡pum!: Marvel tiene nueva película.

Por ahí empieza a asomar la cabeza algún que otro proclamado niño prodigio, como Damien Chazelle, autor de "Lalaland", al que parece que le están dejando hacer un poco lo que le da la gana. No comparto el entusiasmo de la crítica por esta película ni por la anterior, "Whiplash"; pero creo que es una buena señal de que el ciclo está por agotarse. Otro precoz virtuoso de Canadá también comienza a despuntar, Xavier Dolan, que con cinco años menos que Chazelle ha escrito y dirigido el triple de películas, muchas de ellas con una profundidad emocional y dramática con la que éste sólo puede soñar. Este año ambos estarán en la ceremonia de los Oscars, aunque en categorías distintas.

A lo mejor, quién sabe, hasta creamos nuevos iconos que sustituyan a los que tanto nos empeñamos en resucitar. Eso nos gustaría, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario